La UDO agoniza en su detritus: el 90% de la estructura está en ruinas
Jesús Antuárez | sociólogo/periodista
¿A cuál mente siniestra se le puede ocurrir, sin que le tiemble la conciencia, destruir un centro de estudios tan prestigioso como la Universidad de Oriente y dejarla allí, convertida en ruinas? El plan de destrucción fue perfecto. Ninguno de los núcleos de la UDO en cinco estados se salvó del odio con el que actuaron, en absoluta impunidad, las bandas de malandros drogados con consignas caducas.
La UDO fue una Institución única en su género por la manera como fue concebida en 1958. Un territorio de lo posible, enfocada en las necesidades de desarrollo de Venezuela y un paraíso para sus estudiantes, docentes y todo el personal que tuvo la dicha de servir. Si lo sabré yo, pude disfrutar de excelentes profesores, cómodas instalaciones, autobuses que pasaban por el frente de mi casa, bibliotecas, servicio odontológico, actividades extracátedra, cineclubes, ayudantías, y lo que fue más grato, un magnífico comedor donde las señoras que atendían, por un pago simbólico, colmaban la bandeja con un menú balanceado, abundante y nutritivo que ni en el Hilton.
Fuimos millones de estudiantes los que tuvimos la oportunidad seguir una carrera en la UDO y “ascender en la escala social”. Duró hasta que el nuevo modelo político, con su promesa de igualdad, terminó por igualarnos hacia el rancho y la precariedad. El cerco presupuestario y la campaña de descrédito agravaron su crisis; luego, la hiperinflación y la pandemia sirvieron de excusa para la puñalada final.
En el interín llegaron “los igualados” a saquear aulas, oficinas, unidades de transporte, laboratorios, pasamanos, ventanales, ducto, luminarias, pupitres y hasta el perro de los bomberos. Creían que tomaban La Bastilla. Al grito de “el pueblo arrecho reclama sus derechos” invadieron la sede del Rectorado en 2015. Lo peor estaba por llegar.
En pandemia arreciaron los ataques a todos los núcleos. En tan peculiar “campaña admirable” destruyeron con fuego purificador la sede de la Escuela de Ciencias de la Tierra, el Instituto Oceanográfico, el auditorio y la biblioteca de Cerro Colorado, en el estado Bolívar. Ni Hitler reclamó tantos derecho a la quema.
Los zombies enviados fueron tan ignaros que destruyeron a mandarriazos un microscopio electrónico de barrido, valorado en 2 millones de dólares. Tenía la etiqueta “Made in USA”.
Mis amigos ñángaras de los años ochenta, algunos hoy en el poder, que lanzaban piedras y gritaban “yankee go home”, porque destruían a Venezuela, no impidieron el UDOCAUSTO. Han guardado el silencio de los sepulcros. Quizás estar reformateados con la nueva consigna del “yankee welcome”. Y si no dijeron nada antes, menos dirán ahora que “Venezuela se está arreglando”.
La UDO agoniza en su detritus. Los igualados siguen actuando con impunidad. El 90% de la estructura está en ruinas. La rectora reconoció que “no queda ni una reja en pie”. El CICPC no ha dicho ni pío y la Fiscalía no ha dicho ni pao. El menguado presupuesto no alcanza para comprar pilas para las linternas de los guachimanes. El golpe ha sido abyecto, fuerte, certero, mortífero… Consummatum est.
El famoso lema de la UDO, “Del pueblo venimos y hacia el pueblo vamos” lo convirtieron, a fuerza de mandarria y candela, en “polvo eres y polvo cósmico serás”.
Jesús Antuárez
@Epicentro88
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