Rodrigo Paz ante el desafío de gobernar Bolivia

Rodrigo Paz ante el desafío de gobernar Bolivia

El nuevo presidente boliviano se prepara para asumir el mando con una economía casi paralizada por la pérdida del poder adquisitivo y la falta de confianza.

Silvia Mercado Alemán / Letras Libres

Hubo elecciones en Bolivia, y en la segunda vuelta Rodrigo Paz Pereira quedó como presidente electo con el 54,6% de los votos. Más allá de los saludos a Estados Unidos y los gestos como no invitar al gobierno de Nicolás Maduro a la toma de posesión, es poco lo que se sabe en el hemisferio del sobrino nieto de Víctor Paz Estenssoro. Los analistas se han quedado en la explicación del giro derechista dentro del típico movimiento pendular entre izquierda y derecha que suele manosear el vocabulario político al uso.

Rodrigo Paz Pereira, hijo del expresidente Jaime Paz Zamora y sobrino-nieto de Víctor Paz Estenssoro, proviene de una de las familias políticas más reconocidas de Bolivia. Fue alcalde de Tarija y senador nacional y, aunque ha construido una trayectoria propia, es difícil no vincularlo con la impronta de su padre, el emblemático “Gallo” Jaime Paz Zamora, fundador del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), partido inscrito en la Internacional Socialista.

Rodrigo Paz

A Paz Zamora le tocó marcar distancia y para llegar a la presidencia le convino presentarse como un hombre de centro, que representa a quienes “quieren cambios profundos para salir de la miseria a la que nos llevaron estas peleas ideológicas”. Un mensaje que resultó ganador y expresa una demanda de renovación más que una adhesión ideológica: tanto Estado y tanto mercado como sea necesario, podría ser su lema.

El pragmatismo ha regido su trayectoria política: pasó por el MIR (2002-2006), fue independiente desde 2006 y, más tarde, participó en alianzas con Podemos (2005-2008), Comunidad Ciudadana (2020-2025) y el Partido Demócrata Cristiano (PDC), con el que finalmente ganó la presidencia. Como alguien que toma distintos taxis para llegar a un lugar determinado, Paz eligió bien su ruta y llegó a su destino.

Antes de la primera vuelta no alcanzaba ni el 8% en las encuestas,  pero ahora se prepara para asumir el mando de un país sin dólares, con reservas internacionales en mínimos históricos, escasez de combustible, subsidios insostenibles, crecimiento del 0,6% e inflación del 20,8%. Además de un déficit fiscal superior al 9% del PIB y una economía prácticamente paralizada por la pérdida del poder adquisitivo y desconfianza.

Bolivia
/ CELAG

El desafío para Paz es enorme, tannto como su optimismo. Ha asegurado que Bolivia contará con provisión garantizada de combustibles a partir del 8 de noviembre, cuando asume elo gobierno. Con la convicción que mostró en la campaña, en la primera rueda de prensa como presidente electo dijo que dialoga con Estados Unidos y con otros países amigos para el cumplimiento de este objetivo. Parece empezar con buen augurio: Estados Unidos y ocho países latinoamericanos expresaron su apoyo a un cambio de rumbo en la gestión económica de Bolivia.

Sin embargo, junto con el respaldo externo, el mandatario necesitará de soporte interno que garantice la gobernabilidad. Si bien el Partido Demócrata Cristiano se constituye como la primera fuerza en el parlamento, no tiene mayoría absoluta. Deberá construir consensos con los bloques de Alianza Libre, que acompañó a Jorge “Tuto” Quiroga, y el autodefinido como centrista Unidad Nacional, del candidato Samuel Doria. Ambos bloques no han definido si actuarán como oposición u optarán por integrarse en eventuales coaliciones.

El verdadero desafío será transformar esa mayoría relativa en una capacidad efectiva de gobierno, capaz de hacer realidad la propuesta de “Capitalismo para todos” de Rodrigo Paz.

En la campaña electoral prometió “créditos baratos para los emprendedores, una rebaja de impuestos y de aranceles para la importación de tecnología y vehículos, además de acabar con el ‘Estado tranca’ y otorgar el 50% del presupuesto general directamente a las nueve regiones bolivianas”. Y lo principal, que es un asunto muy sensible: la eliminación gradual del subsidio a los combustibles, probablemente la promesa más difícil de implementar y que pondrá a prueba su capacidad de diálogo

Luego de dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo existe gran expectativa sobre el rumbo que tomará Bolivia. Las tensiones no son menores. La figura de Evo Morales sigue teniendo fuerte presencia en la política, en los medios y en las redes sociales. El día de las elecciones, al conocerse los resultados, el líder cocalero escribió en X: “Paz y Lara ganaron con el voto evista”. Y advirtió que el evismo no extendió un cheque en blanco y exige la continuidad del Estado Plurinacional, de las conquistas sociales y del espíritu antineoliberal y antiimperialista.

La realidad es que la distribución del voto no giró en torno al tema étnico, como se asume que ocurre siempre en Bolivia. De hecho, el analista Carlos Toranzo se refiere a una caída del discurso identitario y apunta que el votante actual se define mayoritariamente urbano y mestizo. Conviene recordar lo que desde hace tiempo ha venido advirtiendo el académico Fernando Untoja: el discurso identitario fue una “herramienta política para imponer un modelo autoritario bajo el pretexto del marxismo indígena”. 

Bolivia ha entrado en una nueva etapa política, con un líder de perfil pragmático que ganó en bastiones del MAS, como La Paz y Cochabamba, pero no en Santa Cruz, tradicional adversaria del “evismo” donde Tuto Quiroga obtuvo la mayoría de los votos. Quiroga fue un candidato temido por sus posibles políticas de “shock” neoliberal, como diría la izquierda de los años noventa, lo cual abre signos de interrogación respecto a las futuras alianzas políticas de cara a la influencia de  Morales.

En este tablero, que la identidad étnica haya dejado de ser el eje dominante del voto favorece que se ponga el foco en otras preocupaciones más vinculadas con la economía y la gestión del Estado. Falta saber todavía si Rodrigo Paz Pereira guardará una postura equidistante hacia políticos completamente opuestos entre sí como Quiroga y Morales, lo que luce poco probable dada la necesidad de alianzas, o si tratará de actuar en función de realidades complejas que exigen un alto grado de consensos y gobernabilidad.

Silvia Mercado Alemán es coordinadora de la Red Liberal de América Latina (RELIAL) y miembro de la Fundación Friedrich Naumann para la Libertad.

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