Elegir de qué lado estar en 2026

Elegir de qué lado estar en 2026

 

La “fruta madura” no caerá solo por gravedad, necesita el impulso de manos preparadas para transformarla

Benjamín Tripier / El Nacional

Al cierre de este 2025, el panorama global y venezooano nos sitúa en una encrucijada definitiva. No es una división ideológica tradicional, sino una fractura de carácter y propósito; de una lucha entre el bien y el mal… entre la luz y la oscuridad que representan esas fuerzas destructivas dentro de las cuales se encuentra el chavismo.

El 2026 no admite neutralidad; será el año en que cada ciudadano deberá decidir si es parte de la solución o un componente más del estancamiento. La realidad venezolana nos obliga a elegir entre dos bandos claramente definidos, los que suman y construyen, y los que restan y esperan.

Sumar en 2026 no es un concepto abstracto, sino que debe traducirse en hechos que desafían la inercia del entorno:

  • Defender la verdad: En un mundo donde las amenazas hostiles y la desinformación escalan rápidamente —como advierten los recientes informes de inteligencia internacional—, proteger la veracidad es un acto de resistencia.
  • Exigir decencia institucional: No conformarse con el deterioro, sino trabajar en arquitecturas proactivas que permitan recuperar sectores críticos, como la infraestructura y los servicios.
  • Emprender con integridad: Apostar por la economía real, cuidar la familia y educar bajo principios de libertad y, fundamentalmente, dejar de robar en todas sus formas, desde la gran corrupción hasta la viveza pequeña que carcome la confianza social.

La invitación de esta Navidad no es a monitorear obsesivamente las noticias sobre figuras como Trump o Rubio, esperando que la política exterior haga el trabajo que los venezolanos no han terminado. La verdadera oportunidad de cambio no vendrá de un decreto extranjero, sino de nuestra capacidad para aprovechar las “rendijas” que se abren cuando el sistema se agota.

Ser ciudadanos responsables y comprometidos o seguir siendo meros espectadores; el objetivo es que, cuando llegue el momento del cambio real, el país cuente con ciudadanos organizados y dispuestos a reconstruir, y no con una masa de espectadores resignados esperando instrucciones. En la conciencia de que la organización interna es la única defensa real ante un mundo volátil.

El 2026 debe encontrarnos trabajando en proyectos de reestructuración estratégica, reforzando una alineación entre la visión política y la ejecución técnica. La “fruta madura” no caerá solo por gravedad si no hay manos preparadas para impulsarla y transformarla en algo nuevo.

“La Navidad es el recordatorio de que la esperanza requiere preparación, y no solo espera”.

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