En silencio, sin hacer mucho ruido, Estados Unidos tomó una de las decisiones más importantes en seguridad hemisférica de los últimos 20 años. Ya está en marcha la operación Southern Spear, Lanza del Sur. ¿Qué significa realmente? ¿A quién apunta? ¿Y por qué cambia el juego en el Caribe?
El secretario de Guerra de Estados Unidos, Pete Hegseth, confirmó lo que muchos sospechábamos. Donald Trump ordenó actuar y el Southcom está desplegado en el Caribe. No es un ejercicio ni un mensaje. Es una operación militar activa con un mandato presidencial.
Southern Spear es una misión combinada entre la Fuerza de Tarea Conjunta Lanza del Sur y el Comando Sur de los Estados Unidos para operar dentro del Caribe y el Norte de Sudamérica contra una amenaza definida con un nombre propio: narcoterrorismo.
No es casual que Washington hable de narcoterroristas. Es deliberado. El término le permite capturar, neutralizar y perseguir a organizaciones criminales más allá de sus propias fronteras.
Abre la puerta legal a operaciones especiales, interceptación electrónica y acciones extraterritoriales. Y un detalle que pasa inadvertido, pero que en el lenguaje militar estadounidense es decisivo. La misión tiene nombre: ‘Lanza del Sur’.
No es un despliegue cualquiera, una acción aislada ni un movimiento táctico improvisado. Cuando el Pentágono asigna un nombre al despliegue, en este caso Southern Spear, dice claramente y sin eufemismos que hay un teatro de operaciones definido y por tanto existe una planificación estructurada, objetivos, reglas de enfrentamiento, cadenas de mando y métricas de éxito. No es un patrullaje rutinario, es una campaña.
También implica que hay recursos dedicados. Sólo las operaciones con nombre propio reciben financiamiento, inteligencia, logística y personal designado de forma específica. Por tanto que habrá continuidad, rotación de unidades y reportes periódicos al Consejo de Seguridad Nacional.
Y, por último, quiere decir que hay un enemigo definido. Un punto que es clave. Washington tienen quiero que el enemigo es el narcoterrorismo, que incluye carteles, grupos armados y redes estatales que facilitan el tráfico de drogas. En América Latina todos sabemos de qué países salen esas rutas y quiénes las protegen.
El despliegue militar en el Caribe deja de ser un movimiento temporal y se convierte en una política de seguridad nacional. Es un mensaje para la región y también para quienes creen que pueden seguir operando bajo la sombra del Estado. Esto toca directamente a Venezuela.
Las rutas marítimas más activas del Caribe nacen en el estado Zulia y en la península de Paraguaná. Estados Unidos no está apuntando al país, está apuntando al ecosistema criminal incrustado en el aparato estatal. No es una invasión. Es un mensaje inequívoco al cartel de los soles, a operadores militares y a redes logísticas que trabajan con grupos armados colombianos. Se acabó la impunidad.
Southern Spear no usa patrulleras ligeras, sino los activos más avanzados del hemisferio: destructores, cruceros, submarinos de ataque, drones armados y aviones antisubmarinos P-8. No es un show de fuerza, es la capacidad real de controlar un teatro marítimo completo.
La frase final del mensaje del secretario de Guerra es la clave: “El hemisferio occidental es el vecindario de América y los vamos a proteger”. La doctrina Monroe versión siglo XXI.
Es tanto contra el narcotráfico como contra cualquier presencia militar exohemisférica, sea iraní, rusa o china. Southern Spirit refuerza la cooperación con Colombia, Panamá, República Dominicana y las Islas Holandesas. Trump está restableciendo control estratégico del Caribe.
Aumenta la presión sobre Cuba, Nicaragua y, por supuesto, sobre la estructura criminal instalada en Venezuela. La operación Southern Spirit, lanza del sur, no es un mensaje en las redes sociales, es el inicio de una campaña sostenida para limpiar el Caribe, cortar rutas criminales y proteger el territorio estadounidense. E
Washington vuelve a mirar al sur, pero esta vez con poder real.


