La peor democracia es preferible a la mejor de las dictaduras

Los jóvenes que hoy manifiestan una inclinación autoritaria no añoran un dictador real, sino un ideal estético: alguien que «ponga orden». Alguien que resuelva la inflación política, la polarización inagotable, la inflación burocrática y el desgaste institucional. El problema es que la acción sin contrapesos solo existe en la autocracia, y la autocracia no es un método de gestión acelerada, sino un laboratorio de sumisión.